domingo, 21 de septiembre de 2008

"33" por Roberto Monsalve

-No deberías comerte las uñas de los pies- le dijo el medico- sobre todo porque tienes hongos; hay casos en que los hongos pasan a la nariz y no hay forma de sacarlos. Puedes perderla.
Pedro odiaba a los médicos por no saber tratar a sus pacientes con delicadeza. Siempre que visitaba al medico se sentía avergonzado, lo trataban como a un niño. Además los medico miran en menos a los psicólogos, viéndolos casi como chamanes de los problemas de otros, no creyendo es sus soluciones, pensando que son solo el primer escalón para la psiquiatría.
La consulta terminó y ya estaba atrasado. Escondió la hoja con todas las recetas en su billetera y pasó a un almacén para comprar un almuerzo de fugitivo. Un pan, yoghurt, una manzana, jugo.
Pensó ligeramente en Silvia, pero luego la hundió en otros pensamientos más productivos.

El edificio de Camila tenía al rededor de 20 pisos. Preguntó al conserje por el 303 y el se rió diciendo que el piso 30 no existía. Es una mierda cuando los conserjes te humillan por cosas tan simples. Hay edificios que son así, que ponen un cero entremedio...
El conserje avisó al 33 y Pedro subió por el ascensor de los impares del lado derecho. Sus manos sudaban y una duda... pero no, no era tiempo para eso.
La puerta del ascensor se abrió y luego dos golpes en la puerta de Camila. Ella abrió la puerta vestida con una ropa que trataba de ser sexy y que a Pedro le pareció un poco ordinaria.Pero ella era lo que le dijo a todos sus amigos (cuando era un adolescente) que era lo que quería en una mujer. -Pasa- le dijo.

Tuvieron sexo en el comedor, quizás por que Camila no quería recordar a su esposo y Pedro no quería recordar a su paciente. Los dos lo hicieron (un poco) pensando en lo que estaría haciendo ahora (¿cruzando ya el Atlántico?), en que jamás sabría nada, en que esto ayudaría a su mujer a estar más contenta. Pensó que no sería bueno que esto se repitiera, y que la experiencia sería suficiente. Silvia-nunca se enteraría.

Se abrazaron un rato en el sillón y luego fueron al baño para ducharse. El baño tenía un lavamanos, una taza y una de esas duchas con apenas un pequeño receptáculo en el que cae el agua y esas puertas corredizas a las que llaman "Shower door". Ella se duchó primero y hablaron algunas cosas cotidianas tratando de evadir el pensamiento mutuo. Pedro tenía una hora más, y no sabía en que usarla. Se iba a bañar, y ¿después que? Quizás no debí haber comido nada; podríamos ir a comer ahora. Pero eso iba en contra del plan. La única persona que sospecharía quizás era el portero, y una visita era fácil de explicar.

Ella salió de la ducha, y el sentado en la taza la vio más hermosa que nunca; vapor saiendo de esa piel perfecta. Quizás podría intentarlo otra vez al salir de la ducha. No sabía si fuera a resultar, pero ya estaba algo excitado; y si esto nunca se iba a repetir valía la pena intentar. La abrazó y le dió un beso; su calor era una sensación increible.

Se metió a la ducha. Las irregularidades en el plastico del "shower door" le dejaban ver solo hasta la taza, donde Camila se veía secándose.
Volvieron a hablar, ahora más animadamente. Quizás ella también pensaba en repetir.
Ella se calló violentamente y se puso de pie.
-¿Camila?-Preguntó Pedro
No hubo respuesta. Abrió un poco la puerta corrediza y sacó su cabeza para verla, pero antes vio a su paciente. Cuando vio a pedro su cara cambió de una expresión de rabia a una mueca de tristeza y angustia.

Pedro no debía hacer preguntas. Tenía que ganar algo de tiempo. -Jorge...-dijo

Con dolor horrible en su brazo, trató de incorporarse para ver que había pasado. Jorge y su mujer estaban muertos. Supo que no iba a morir, porque en un segundo vio todo su futuro. Una sola palabra se repetía una y otra vez en su cabeza.

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